ROZANDO EL DURATÓN Y EL ACEBAL DE PRÁDENA.


Octubre de 2015

Ermita de San Frutos
Rumbo a las Hoces del Río Duratón, a nuestra primera parada prevista, la  ermita de San Frutos, a donde se accede desde Villaseca a través de una pista forestal de pocos kilómetros y en muy buen estado que no presenta ninguna dificultad para las autocaravanas.

Llegamos poco más de las 19 horas a un pequeño aparcamiento (41º 16’38”N; 9º56’11”O) en  un páramo donde la dejamos aparcada y desde allí continuamos por un ancho camino que desciende suavemente hasta descubrir ya las hoces del río asomándonos a nuestra derecha.

A lo lejos se dibuja la solitaria iglesia de la ermita de San Frutos que parece  distar bastante de donde estamos pero a la que llegamos solo un poco después.


Y desde este otero privilegiado contemplamos, casi a vista de pájaro  y a la caída de la tarde, este profundo tajo que la acción el río ha realizado en la roca pacientemente durante miles de años hasta conformar un  paisaje que resulta sobrecogedor, impresionante. Casi irreal, parece dibujado por las manos de algún pintor hiperrealista.

Alguien ha comentado que es el paisaje más espectacular que se puede admirar en toda Castilla y Leon. Y, yo no sé si así será, pero que es uno de los más espectaculares, eso no cabe duda.

Nos adentramos en las ruinas de lo que fue en su día un priorato y circundamos este promontorio, privilegiado, en donde se asienta la ermita de San Frutos asomándonos al foso marcado en su profundidad por el oscuro río.

El  sol bañó de un color dorado todo el entorno  recordándonos que la noche se echaba encima. Disfrutamos de una hermosa puesta de sol otoñal, donde la gama de tonos rojos, anaranjados y amarillos  pintaron de negro la silueta de la ermita que destacaba sobre este colorido fondo.













De regreso al aparcamiento pusimos rumbo al area recreativa de Carrascal del río en la que otros antes que nosotros habían pasado ya alguna que otra tranquila noche. Pero únicamente teníamos las coordenadas obtenidas a través del google earth, coordenadas que en noche cerrada nos llevaron a una pequeña area frente a  las  casas del pueblo y donde  apenas cabíamos en medio de la calle, así que, en contra de mi opinión, decidimos buscar otro lugar y por mera casualidad  y tras cruzar un puente, llegamos a lo  era realmente el area  que buscábamos a orillas del río (41º 21’37”N;3º 53’50”O).

Tras una noche muy tranquila, nos desperezamos pronto para acudir a nuestra cita con la empresa que nos alquilaba unas canoas en San Miguel de Bernuy, Vencinautic (921 529 374, Ana) para hacer una pequeña ruta navegando por un trozo del río Duratón. Aunque el horario comenzaba a las 10,30, yo pedí ir antes de esa hora para aprovechar bien el día, a lo que accedieron si íbamos sin monitor, oferta que aceptamos ya que con unas pequeñas instrucciones de manejo de la canoa era suficiente y el monitor era más un guía que yo llevaba ya incorporado con Angel.

Un poco después de las 10 llegamos a la sede de esta empresa y tras una llamada de teléfono nos acercamos al embarcadero donde era mas fácil dejar aparcada la autocaravana.  Tras darnos unos chalecos y los remos y  unas breves y sencillas explicaciones sobre el manejo de la canoa  comenzamos a deslizarnos por el río, pero…nuestra inexperiencia y torpeza nos llevaron a chocar un par de veces contra las orillas hasta que nos hicimos con el manejo de la embarcación.

Superadas las primeras dificultades comenzamos a disfrutar del paseo fluvial. En el inicio, el cauce es un poco más estrecho y las orillas se encuentran llenas de verde vegetación. Nos vamos abriendo paso silenciosamente rompiendo la serenidad de estas aguas que como un espeja reflejan fielmente su entorno. Casi nos da pena deslizarnos y quebrar las imágenes con la canoa. 

Y lentamente las márgenes se van separando, el cauce ensanchando y la vegetación es ahora sustituida por paredes de piedra que como muros flanquean nuestro paso silencioso. Y empezamos a contemplar los primeros buitres que a esta temprana hora para ellos, aún continúan en sus nidos. Los podemos ver a simple vista y con los prismáticos, la imagen es casi perfecta.

El silencio es tan solo roto por el ruido que hacen nuestros remos al introducirse en el agua y algunas veces por los golpes sordos de éstos contra la canoa. Disfrutamos enormemente de la soledad, del silencio, de la serenidad de unas aguas mansas, de las imágenes que como si fueramos espectadores de un documental, van discurriendo a nuestro paso, lento, suave…Una auténtica delicia, un lujo y no dejo de decirme y de decir que merece la pena madrugar un poquito para aislarnos de la gente, del ruido…

A veces le digo a Angel que cese de remar para escuchar…el silencio mientras que nuestra canoa continua deslizándose por la fuerza de la inercia y poder contemplar en esta soledad las imágenes que nos rodean.

El agua se escurre por los remos hacia abajo cuando los levantamos y poco a poco caen a la canoa.. El cielo está cubierto, la temperatura no es alta y la humedad hace que yo comience a sentir frío en los pies, que compruebo algo mojados. Y según transcurre el tiempo, también voy sintiendo humedad en mis  posaderas y Angel también dice que en el pantalón de las rodillas hacia abajo. Yo, previsora, cuando he visto que esto empezaba a ocurrir, me he subido las perneras por encima de la rodilla y el agua ha caído sobre mis piernas resbalando hasta las zapatillas.

Y frente a nosotros el río se enchancha y comenzamos a ver lo que parece ser la presa. Un montón de aves, que después identificamos como ánades reales, están posadas sobre su superficie. Puede haber casi un centenar que cuando entramos levantan el vuelo masivamente proporcionándonos un bonito espectáculo del que no podrán disfrutar ya los que nos sigan.

El paisaje aquí no resulta atractivo. Las paredes verticales han desaparecido y han sido sustituidas por vegetación y alguna que otra construcción, así que le digo a Angel que deseo regresar. Él dice que le gustaría llegar hasta el mismo muro de la presa, pero miro el reloj y compruebo que son ya las 12. Nos  queda aun regresar y no quiero tampoco malgastar energías que quiero reservar para hacer una senda por la tarde y voy sintiendo ya el peso de los remos. Me convence para hacer unos metros más  pero allí ya comenzamos el regreso.

Y este no resulta tan atractivo como la ida ya que nos cruzamos con mucha gente que tenemos que sortear. Pero no es solo eso. También lo hacemos con un numeroso grupo que canta a voz en cuello. Perpleja, contemplo el espectáculo. Hay dos jóvenes que en sendas canoas están remando de pie. La juventud es inconsciente, pero no puedo disculpar la mala educación y privarme de disfrutar del silencio. En fin, me resigno y nos alejamos remando del grupo.
Nos acercamos a las paredes en una de sus márgenes para contemplar la vegetación y continuamos nuestro camino de regreso, que a mi se me hace algo pesado, ya que cada vez más me pesan los brazos.

Y cerca de nuestro destino, recuperamos un poco la tranquilidad perdida. Regresamos al puente romano, lo traspasamos y nos dejamos cautivar por los colores y la vegetación del entorno. El otoño parece hacerse sentir, aunque levemente.

Ahora nos queda desembarcar. Angel sugiere que nos abramos a la derecha para cogiendo “carrerilla” quedarnos sobre la arena y podernos bajar comodamente. Pero de nuevo nuestra inexperiencia y mal cálculo nos hace chocar contra la orilla. En un segundo intento conseguimos nuestro objetivo.

La experiencia ha sido encantadora pese a que estamos mojados de cintura para abajo, así que a cambiarnos a la autocaravana para una vez hecho, poner rumbo a la localidad de Perorrubio,  de la que nos separan 36 km y a donde llegamos por una buena carretera cinco minutos antes de la reserva que había hecho para comer.

Octubre de 2016
Y aquí tengo que hacer otro inciso para añadir más información ya que el último fin de semana de septiembre de 2016 hicimos una breve salida con nuestros hijos cuyo objetivo principal era compartir juntos una experiencia lúdica  para lo cual decidimos dedicar la mañana del sábado a remar en piragua por las hoces del Duratón, pero esta vez entrando en el mismo parque, debajo de la ermita de San Frutos.

Y elegimos la empresa Hoces del Duraton S.L. en Sebulcor (http://www.hocesduraton.com/) 921 522 150, a donde llegamos alrededor de las 10,15 horas. Habíamos reservado antes y cuando llegamos a una nave a las afueras del pueblo, había ya bastante gente merodeando.

Aunque en teoría partíamos a las 10,30, Victor, el que sería nuestro guía,  nos metió prisa para salir rápido y así poder hacer la ida en solitario.

Así que tras dejar la autocaravana en la nave, nos repartimos en turismos ya que  tres kilómetros de pista forestal nos separaban de la zona de embarque y nos dijeron que aunque estaba bien -como pudimos comprobar-, nuestro vehículo podía sufrir.

Una vez allí, tomamos nuestros remos y chalecos  para  descender con rapidez hacia la playa del embarcadero por  una rampa de arena donde subimos a las piraguas.

El grupo estaba compuesto por cuatro piraguas con dos personas cada una más el guía.  Al ser esta zona Parque Natural, la normativa obliga a ir con un responsable. Esto quizás restaba encanto al paseo, ya que el ritmo ha de ser el que marque el grupo y no el propio, además de resultar prácticamente imposible mantener el mismo silencio que tuvimos cuando navegamos desde San Miguel de Bernuy.

No obstante el paisaje es mucho más espectacular ya que las paredes verticales  alcanzan una considerable altura desde el principio de la ruta hasta el final.

Así, el grupo va deslizándose lenta y tranquilamente rompiendo sus aguas con las piraguas y a derecha e izquierda vamos contemplando buitres solitarios o en parejas todavía descansando en los cortados. En un momento determinado tuvimos la suerte de ver unos corzos que rápidamente desaparecieron de nuestro campo visual.

Victor nos va contando las características de ellos, la población, su forma de vida...Es una persona muy informada que responde a todas nuestras preguntas y curiosidades y se muestra además ingeniosa con comentarios hilarantes  haciéndonos la excursión muy amena y divertida.  Y es que había una piragua un poco más torpe que las demás  a la que la costaba más que a las otras mantener un rumbo en línea más o menos recta. También mezcla sus conocimientos sobre fauna y flora del lugar con algo de historia y leyenda.

Y así el grupo se deslizaba en solitario por las mansas aguas del Duratón, cada uno a su ritmo aunque manteniéndonos en grupo y en completa soledad, lo que agradecimos todos.

Cerca de la ermita hicimos una breve parada en una pequeña playita, pero la temperatura no permitía darse un baño, por lo que después de comernos algunas galletas que nuestros compañeros de viaje nos ofrecieron generosamente, proseguimos hasta dibujar la hoz que el Duratón hace en la ermita de San Frutos que pudimos contemplar desde abajo.

Aquí comenzó nuestro regreso pero ya, cruzándonos con otros grupos y en algún punto que otro aquello parecía más la Gran Vía teniendo  que sortear piraguas por aquí y por allá. Entonces agradecí aún más las prisas con que habíamos llegado al embarcadero ya que disfrutamos de un lujo de paseo casi en solitario.

Casi al final nos separamos un poco del grupo para, unas tres horas después de iniciado el paseo, llegar a nuestro punto de inicio, desembarcar y ....ascender la arenosa rampa, que Victor hizo con una facilidad que parecía no corresponder con su edad, aunque  sí con alguien que durante cuatro o cinco meses lo hace dos veces diarias.

Y también añadir unas breves líneas sobre la iglesia románica porticada de Nuestra Señora de la Asunción del 1203 y que encontramos en medio de un descampado cercana a la población de Duratón (41.288098; -3.682332) a tan solo 3 kilómetros de la carretera que conduce a Sepúlveda.

Sorprende su sencillez y la belleza de sus capiteles.

Lástima que su visita no estaba muy planificada y que el tiempo de luz que aún nos quedaba no nos permitía intentar acceder a su interior.

Bien merece desviarse unos minutos para disfrutar de la belleza de este románico segoviano

Octubre de 2015
Y este pequeño rincón, la Taberna de Perorrubio, merece unas pocas líneas. Había leído comentarios de que la relación calidad precio era buena y el lugar sorprendente, no solo porque no esperas encontrar un sitio así en un lugar casi perdido, si no por su cocina. Y lo podemos confirmar. Sitio pequeño, familiar, con capacidad para no más de 30-40 comensales, acogedor, con trato más que agradable y cocina espléndida si uno desea experimentar sensaciones nuevas.

Quizás a mi gusto, fueron las chuletillas de cordero,  uno de los dos platos más típicos de la zona, lo que me resulto más…¿soso? Y posiblemente por eso, por ser más vulgar, porque todo lo demás fue delicioso y el precio a la carta, más o menos como en cualquier otro sitio de Sepulveda, quizás un poco más barato (unos 27 € por cabeza sin vino, con agua, que me gusta decirlo porque lo echo de menos cuando alguien hace algún comentario sobre un lugar determinado y nunca sé si puedo asumir o no su coste. En nuestro caso con unos entrantes, -posiblemente sobrara uno- dos segundos fuertes y postre)

Bien comiditos nos fuimos a dormir la siesta a la autocaravana (¡qué lujo!) y después pusimos rumbo a Villaseca para hacer la Senda de la Molinilla de unos 4 km. Yo tenía previsto hacer otra más larga, la de la vega, pero Angel, quien por la mañana había tenido una contractura en la espalda, no le apetecia así que decidí intentar esta mas corta, con él o sin él.

Esta senda tiene su comienzo en el puente que cruza el Duratón entre las localidades de Sepulveda y Villaseca. Aunque había anotado sus coordenadas, me equivoqué y luego, olvidé anotar las correctas así que solo puedo dar señales. Hay un pequeño aparcamiento arriba y abajo un par de chiringuitos. Seguramente se puede bajar sin muchos problemas y allí hay una buena pernocta a orillas del Duratón.

Dejamos la autocaravana y Angel se animó a intentar dar el corto paseo que resultó la mar de agradable. Dejando atrás los chiringuitos,  una pequeña senda circula paralela al río dejándolo a nuestra izquierda, para  adentrarse luego entre paredes verticales rodeadas de verdor y vegetación de ribera. Sauces, chopos, alisos con sus dos flores, fresnos, algún que otro olmo, dan sombra a este rincón. Vamos pasando sin que despierten nuestra curiosidad, algunas cuevas como la el Cura o de la Parra y que más bien son oquedades abiertas en los muros de piedra, hasta el final marcado por una señal.

 A partir de aquí nos informan de que nos adentramos en parque natural y que en determinadas épocas necesitamos permiso. Nos asomamos un poco para ver que la senda continua ahora más estrecha, por la ladera dejando el río abajo. Nosotros damos la vuelta y seguimos disfrutando de la espesa vegetación que nos rodea iluminada ahora por unos tímidos rayos de sol, los primeros de un día que las previsiones anunciaban como soleado desde primeras horas de la mañana.

Antes de dejar este lugar, cruzamos el puente de la carretera por debajo para acercarnos a la “cueva de los siete altares”. Aunque una cancela protege su interior, desde el exterior podemos apreciar algunos detalles de ella. Es una iglesia rupestre visigoda del siglo VII utilizada por los ermitaños que en aquella época vivian retirados en estas hoces

Ahora ponemos rumbo a Sepúlveda donde tenía anotadas las coordenadas de un aparcamiento donde pasar la noche. Pero…no debían ser muy exactas y nos detienen en un túnel. Continuamos, girando a la derecha dirección al centro y nos encontramos señales de aparcamiento de turismos y autobuses. Tomamos nota de las  coordenadas exactas : 41º17’923”N; 3º33’746”W. El sitio es casi perfecto y el casi se debe a que para llegar al centro hay que subir una rampa bastante empinada que casi quita el aliento, aunque corta. Por lo demás, tranquilo, plano y con unas bonitas vistas sobre la población y las hoces.

Aunque estábamos cansados ya que la mañana de remo nos había pasado factura, decidimos subir al centro sobre todo porque no teníamos ni gota de pan.

En escasos 5 minutos, pese a esa cuesta, llegamos a su plaza mayor, cuajada al atardecer de gente que llenaba sus terrazas y ponían color y animación. Así paseamos por ella, compramos pan y, como no, un ponche segoviano , para nosotros y la familia.

No faltó la sorpresa al entrar en una ferretería muy cercana a la plaza y cuyo interior era completamente de los años 60, con su suelo y mostrador de madera, sus baldas llenas de cajas y cachivaches diversos, así como cajas de madera que en compartimentos guardaban tornillería y clavos diversos.  Y Angel encontró aquí repuesto para su perdido bastón en la Ruta del Cares. Se puso muy contento. No le dolió perder el otro. Pensaba que con él cubrió un ciclo que duraba desde antes de que naciera David (que tiene ya 26 añazos) y que le tocaba a otro disfrutar de él. Ahora, encontrar uno, en un lugar así de especial que además no llevaba gravado lo de “recuerdo de…” le lleno de felicidad. Y con el pan, el dulce y el bastón nos fuimos a cenar.

Durante la noche oímos la lluvia caer, golpeando la claraboya. La mañana estaba gris y la lluvia continuo intermitente, así que decidimos dejar a nuestra amiga peluda Tula e iniciar un breve paseo por esta localidad hasta previsiblemente no más de las 12 horas en que iniciaríamos el regreso para llegar a comer a Boadilla.

Y así por la puerta del Ecce Homo traspasamos su muralla y nos perdimos por sus callejuelas con algunos rincones llenos de encanto.

La casa del moro y algunas de sus iglesias, pero lo que quizás nos gusto más fue la prisión y el centro de interpretación del parque ubicado en una iglesia románica y que entre otras cosas de interés, conserva tumbas antropomórficas.

Alli, y siempre empujada por mi insaciable curiosidad, mantuvimos una breve conversación con un guarda quien nos informó de que la ruta que hicimos en canoa estaba fuera del parque y que dentro de él, por las hoces que contempla la ermita de san frutos, hay empresas que tienen canoas y rutas, aunque el embarcadero dista de la localidad de Sebulcor unos kilómetros por pista forestal teniendo que ir forzosamente en grupo y con horario fijo de salida, pero que, evidentemente, deslizarse entre paredes de mas de 100 m de altura era más espectacular que lo que habíamos hecho nosotros, aunque Angel ya dijo que posiblemente no tan bonito y con el encanto que encontramos en San Miguel de Bernuy.

De regreso a la autocaravana y cerca ya de las 12, la ciudad había cobrado vida ya que la gente paseaba por sus calles. La lluvia había cesado y la temperatura era agradable.

Hora y media después de partir, a eso de las 14,00 horas llegamos a nuestra casa con el vivo deseo de regresar. Tan solo 130 km y hora y media nos separaban de este rincón tan especial y con tantas posibilidades.

SENDA DEL VILLAR. (Puente de Talcano-Puente del Villar (Mayo 2016)

Como anexo a esta breve escapada añadir otra que tuvo como objetivo principal las hoces del Río Duratón, aunque hicimos una brevísima incursión en Pedraza y un precioso paseo por el acebal de Prádena.

He preferido añadirlo aquí para tener una visión más amplia de la zona.

Durante nuestra escapada otoñal en el 2015 por Sepúlveda nos informaron en la casa del parque que iban a poner un servicio de autobús que tenía origen/final en el comienzo/fin de la senda que recorre la hoz del Duratón, en concreto la senda que une el puente del Villar con el puente del Talcano, cuyo recorrido es de unos 12 kilómetros aproximadamente. 24 kilómetros no me puedo plantear hacer ya que seguramente no los disfrutaría, pero 12, perfectamente, así que en esta primavera espléndida por las lluvias que hasta hace días habíamos tenido, me puse a hacer unos pequeños preparativos.

Asi contacté con la empresa de autocares que presta este servicio vía telefónica (625 539 457. http://www.turismosepulveda.es/servicios-turisticos-duraton-bus) para informarme de las paradas y de si admitían perros. Para mi sorpresa sólo tenía en Sepúlveda, en la parada de autobuses donde íbamos a pasar la noche, y luego ya en el Puente del Villar. Decidimos por evitar mayor afluencia de público, empezar en el puente del Villar, punto más alejado de Sepúlveda. Al tomar el autocar en Sepúlveda, tendríamos luego que regresar y la distancia entre el puente del Talcano –final de la ruta- y la localidad era de unos 2 a 3 km, cuesta arriba y al medio día. Algo parecido ocurriría si decidíamos comenzar en el puente del Talcano y finalizar en el del Villar: tendríamos que bajar andando estos 2 ó 3 km aunque aquí es cuesta abajo y al principio del día. No tener prevista una parada en el puente del Talcano para comenzar o finalizar la ruta me pareció una carencia considerable, salvada por la buena voluntad de nuestro conductor ya que accedió a recogernos en el Puente del Talcano donde dejamos la autocaravana para llevarnos hasta el del Villar. Inicialmente me dijo que habían solicitado una parada aquí, pero cuando hice esta sugerencia a los organismos oficiales del parque y la Junta, me dijeron que esa parada no había sido solicitada. Tampoco tuvimos ningún problema en ir con nuestra amiga peluda.

Añadir que desde el 1 de enero al 31 de julio es necesario solicitar autorización a la casa del parque (http://www.patrimonionatural.org/casas.php?id_casa=13) para hacer esta senda. Y aquí otra dificultad Los permisos se solicitan únicamente por teléfono y hay que ir a recogerlos a la casa del parque, cuyo horario los fines de semana es los viernes hasta las 15 horas y el sábado y domingo a partir de las 10. Ni llegábamos antes de las 15 del viernes y a las 10 del sábado queríamos estar ya paseando. Pero también lo solventamos ya que nos dijeron que si el guarda nos pedía el permiso que dijéramos que lo habíamos solicitado y que llamara a la casa del parque si quería comprobarlo. Algo tan sencillo se puede complicar.

Y después de una tranquila noche en la explanada donde estuvimos la noche anterior (41.2980; -3.746772) bajamos a nuestro punto de recogida, el puente de Talcano donde encontramos a la derecha de la glorieta, un aparcamiento más que suficiente y fácil para dejar la autocaravana (41,295549; -3.757986).


Un poco después de las 10 nos recogieron en un turismo ya que no había nadie más y nos acercaron en menos de media hora hasta el puente del Villar, que ya conocíamos del otoño anterior. Así que poco después de las 10,30 comenzamos nuestra ruta pasando por debajo de la carretera. 
La senda se alarga por la ribera del Duratón y las abundantes lluvias recientes de la primavera habían regado la vegetación manteniéndola verde, y entre este verdor destacaba el color rosa de alguna que otra  peonía aislada. La senda se extendía flanqueada por altos hierbajos que a veces dificultaban el paso a nuestra pequeña amiga peluda.

A escasos 700 m del inicio, la parte de atrás de una señal aprovechada para “informar” de un chiringuito, provoca nuestra sonrisa más amplia. ¡Pero qué extraños somos a veces!

Continuamos por la senda que se desliza junto al río conformando un hermoso y tranquilo paisaje sin encontrarnos prácticamente con nadie, excepto una pareja de ciclistas que empujaban su vehículo ante la imposibilidad de montar en ella por la abundante vegetación. Arrullados únicamente con el ruido de los revoltosos pajarillos y el rumor de las tranquilas aguas del río, roto de vez en cuando por alguna carpa juguetona –o no tanto ya que sus rápidos y fugaces movimientos nos parecían más de apareamiento- llegamos a una zona sembrada de peonías. Angel comentó que cuando él las vio por primera vez, esta flor era observada como una rareza por su escasez. Y la verdad es que yo en mi vida he visto pocas y muy aisladas, pero aquí parecían sembradas a lo largo de la ribera.

Un poco después entramos en una zona de paredes verticales donde comenzamos a ver buitres volando buscando las corrientes cálidas de ascensión y otros posados en las paredes, algunos a simple vista y otros que localizábamos con nuestros prismáticos y que permanecían mimetizados en el color de la pared.
Un poco después llegamos a un puente donde nos encontramos a la segunda pareja. Debíamos estar a la mitad de la ruta, más o menos. Continuamos nuestro camino rodeados de una vegetación quizás menos salvaje  y agreste y por zonas más “abiertas” a nuestra vista, donde también pudimos disfrutar de la contemplación de los buitres leonados. Nos sobrecogió una placa que recordaba al  joven fotógrafo naturalista  Oscar de tan solo 23 años con una hermosa inscripción: “que una brisa juguetona esparza tus cenizas allá donde la flor se atreva”.

En todos los sitios hay belleza y poesía, ….y también tristeza. Yo …la tenía muy reciente. Hace 15 días había perdido a mi padre (http://angeles-mama.blogspot.com.es/) a tan sólo nueve meses de la de mi madre, y las lágrimas rodaron….


Continuamos ya cruzándonos con más caminantes algunos de ellos portando sus comidas, hasta que llegamos poco después de las 13,15 al puente del Talcano. Regresamos a la autocaravana y subimos de nuevo a Sepúlveda con la idea de elegir algún restaurante de los que en la plaza ofrecían menú a 15 euros y así lo hicimos. Comimos bien, pero las chuletillas…Angel ha hecho algunas mejores, pero bueno, rompemos un poco la rutina con estas pequeñas excepciones.


Despues de descansar pusimos rumbo a  Prádena para pasar la noche, aunque decidimos parar antes en Pedraza a dar un paseo por esta bella localidad, que apenas recordaba de años atrás. Y continuaba bella, pero los numerosos turismos que circulaban por sus escasas y estrechas calles, seguramente dejando los restaurantes donde habían degustado de una comida con familia o amigos, nos incomodaron bastante teniéndonos que apartar continuamente.


Quejándonos, llegamos hasta el castillo. Y nos quedamos a su puerta para iniciar el regreso por otra calle distinta, deleitándonos en su hermosa y encantadora plaza para abandonar esta localidad y dirigirnos ya a descansar a un merendero cercano a Prádena.


Una vez allí, este merendero no tenía acceso para vehículos por lo elegimos  una pequeña explanada en un camino cercano junto a él para descansar (41.128066; -3.691639) en un viejo sabinar y aunque me sentí tentada, Angel no me permitió sacar una silla ya que algún vecino que otro pasaba por el lugar dándose un paseo y a quienes preguntamos por la senda hacia el acebal. Nos dijeron que se tardaba en llegar y que el camino era cuesta arriba, lo que nos quitó las ganas para el día siguiente.



EL ACEBAL DE PRADENA

Después de una tranquila noche la brillante mañana nos animó a iniciar la senda hacia el acebal (inicio de la pista hacia el acebal 41.129894; -3689968) Intentamos llevar la autocaravana hasta donde nos permitió el camino y una vez allí comenzamos a caminar por una ancha pista forestal que asciende suavemente entre pinos y robles.

Después la pendiente se suaviza y llegamos a unos amplios y extensos prados desde los que se disfruta de unas vistas espectaculares que se extienden hacia somosierra y por la impresionante llanura que se abre a sus pies y donde el color  verde en varias tonalidades predomina vistiéndolo todo. El solo resalta más la belleza del momento y del lugar donde no encontramos a nadie.

Desde allí localizamos al acebal, hacia el norte, hacia Somosierra. No parece estar tan lejos como nos habían dicho, ni el camino tan empinado. Así que continuamos hasta llegar después de  atravesar un arroyo revoltoso y un numeroso grupo de vacas.

Viejos y espectaculares acebos se alzan aquí y allá. En flor. Nunca los habíamos visto en flor, siempre con su fruto. Solo oímos el zumbido de las abejas que se afanan de flor en flor. Angel se entretiene intentado distinguir las flores masculinas de las femeninas.
En algunos puntos, la vegetación se cierra, tanto, que Angel que intenta dar un paseo fuera de la senda, se rinde y lo deja por imposible.
Entre los acebos comienzan a aparecer viejos robles de considerable envergadura de los que disfrutamos asombrándonos de su tamaño y edad. Ahora ya descendemos, los acebos han desaparecido y entre algún que otro roble aparecen sabinas para luego mezclarse ya con pinos hasta terminar nuestro breve recorrido circular a poco antes del medio día para ya regresar a casa a comer.


Mª Angeles del Valle

Boadilla del Monte, Octubre de 2015 ,Mayo de 2016 y Septiembre de 2016


Alguna fotografía más

Ermita de San Frutos
 



Area de Carrascal del Río

Duratón desde San Miguel de Bernuy





Duratón desde Sebúlcor





Senda de la Molinilla

Sepúlveda. Ferretería

Aparcamiento en Sepúlveda


Casa del Moro


Prisión. Pasillo de la zona masculina


Prisión. Pasillo de la zona femenina





 Hoces del Duratón. Senda Puente Villar al Puente Talcano




 Puente del Talcano
 Pedraza




Acebal de Prádena





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